Microbiota vaginal: la sociedad secreta que te mantiene en equilibrio

¿Qué es exactamente la microbiota vaginal?

Dentro de ti vive una comunidad que no pide vacaciones ni aparece en la nómina: la microbiota vaginal. Miles de millones de bacterias que trabajan en turnos continuos para mantener tu equilibrio íntimo y decirle “no, gracias” a las infecciones.

Durante años se le llamó “flora vaginal”, pero el término se quedó corto. “Microbiota” es más preciso: son los organismos vivos que habitan allí. Si además hablamos de su ADN y cómo interactúan con tu cuerpo, entonces nos referimos al microbioma. En resumen: la microbiota es quiénes son, el microbioma es todo lo que hacen.

Este ecosistema no es estático: cambia contigo. Tu edad, tu ciclo, el embarazo, los anticonceptivos o incluso una época de estrés pueden modificarlo. Por eso cada mujer tiene su propio equilibrio íntimo: tan único como su huella dactilar.

¿Quién manda en esa pequeña comunidad?

Las verdaderas estrellas del ecosistema íntimo son los Lactobacillus. Piensa en ellas como las porteras del edificio: controlan quién entra, quién sale y se aseguran de que el ambiente siga siendo saludable. Su función: mantener el pH en valores saludables, producir ácido láctico y crear un entorno tan ácido que los microorganismos no deseados prefieren buscar otro lugar donde vivir.

Cuando todo está en calma, estas bacterias trabajan en silencio, sin pedir reconocimiento. Pero si el equilibrio se altera —un antibiótico, un cambio hormonal o ese exceso de limpieza que suena bien pero no lo es—, el vecindario se desordena. Y ahí empieza la disbiosis: cuando las bacterias “okupas” toman el control. Y esto puede abrir la puerta a molestias como la vaginosis bacteriana o la candidiasis.

Cada especie bacteriana tiene su papel: algunas protegen, otras regulan y otras reparan. Conocerlas ayuda a entender cómo mantener ese ecosistema en armonía —y por qué cuidarlo es tan importante como cuidar tu piel o tu digestión.

Las bacterias “buenas” de la vagina no aparecen por arte de magia: muchas viajan desde el intestino, colonizan el entorno y lo mantienen protegido. Así que sí, tu salud intestinal y tu salud íntima están mucho más conectadas de lo que parece. Lo que pasa en tu intestino no se queda en tu intestino. Muchas de las bacterias “buenas” hacen mudanza hacia la vagina, formando una red de apoyo más eficaz que cualquier grupo de WhatsApp familiar.

 

Composición microbiana y tipos de bacterias

La microbiota vaginal está compuesta principalmente por bacterias, siendo los lactobacilos la bacteria predominante en una vagina sana y representando entre el 70% y el 95% del total de microorganismos presentes. Las especies más importantes dentro del género Lactobacillus incluyen Lactobacillus crispatus, L. gasseri, L. jensenii y L. iners. Además, los géneros bacterianos más comunes en la microbiota vaginal son Lactobacillus, Streptococcus, Staphylococcus y anaerobios como Prevotella y Atopobium. También se encuentran en menor proporción otras especies de bacterias como Streptococcus, Staphylococcus epidermidis, y anaerobios como Prevotella y Atopobium. Esta baja diversidad de géneros bacterianos, lejos de ser perjudicial, es señal de equilibrio y salud vaginal.

Estados comunitarios (CST) de la microbiota vaginal

Los estudios científicos han clasificado la microbiota vaginal en cinco tipos de comunidades o estados comunitarios (CST), que representan diferentes microbiomas vaginales asociados a diversas condiciones de salud:

  • CST I, II, III y V: Dominados respectivamente por L. crispatus, L. gasseri, L. iners y L. jensenii. Estos tipos se consideran saludables y proporcionan protección óptima.
  • CST IV: Caracterizado por una mayor diversidad bacteriana y menor presencia de lactobacilos. Este tipo de microbioma se asocia con la condición de disbiosis e infecciones, aumentando el riesgo de problemas ginecológicos.

Factores que influyen en la composición de la microbiota

El equilibrio de la microbiota vaginal depende de más de un factor, incluyendo factores fisiológicos, hormonales, externos, genéticos y étnicos:

Factores fisiológicos y hormonales: Los cambios durante el ciclo menstrual, el embarazo, el postparto y la menopausia modifican significativamente su composición. Los estrógenos promueven la producción de glucógeno en el epitelio vaginal, que sirve de alimento a los lactobacilos.

Factores externos: El uso de antibióticos de amplio espectro, anticonceptivos hormonales, productos de higiene inadecuados, duchas vaginales, el estrés crónico y una alimentación desequilibrada pueden alterar el pH vaginal y reducir las bacterias protectoras.

Factores genéticos y étnicos: La composición de la microbiota vaginal puede tener un componente genético y variar según la etnia de la mujer.

El pH vaginal: clave del equilibrio

En el universo vaginal, el pH lo es todo. Entre 3.8 y 4.5 se alcanza la armonía perfecta: lo bastante ácido para mantener alejados a los intrusos, lo bastante equilibrado para que tú ni lo notes. Este ambiente ácido es creado principalmente por la producción de ácido láctico de los lactobacilos y resulta esencial para inhibir el crecimiento de microorganismos patógenos. La función del pH adecuado es mantener el equilibrio de la microbiota vaginal, favoreciendo la protección frente a infecciones y contribuyendo a la homeostasis del sistema.

Funciones de la microbiota vaginal

La microbiota vaginal juega un papel fundamental en el desarrollo de la salud ginecológica y reproductiva, influyendo en distintas etapas de la vida de la mujer. Las alteraciones en la microbiota vaginal pueden contribuir al desarrollo de enfermedad inflamatoria, metabólica o incluso cáncer, afectando la salud general de la mujer.

La microbiota vaginal desempeña tres funciones esenciales para la salud femenina:

Protección contra patógenos

Los lactobacilos forman una biopelícula protectora que cubre los receptores de las células epiteliales, bloqueando la adhesión de microorganismos patógenos. Además, producen agentes antimicrobianos, como bacteriocinas y peróxido de hidrógeno (H₂O₂), especialmente las especies L. crispatus y L. jensenii, que inhiben el crecimiento de gérmenes como Gardnerella vaginalis, Escherichia coli y el gonococo.

Regulación del pH vaginal

Mediante la fermentación del glucógeno, los lactobacilos producen grandes cantidades de ácido láctico que mantienen un pH vaginal ácido (alrededor de 4.0), creando un ambiente hostil para la mayoría de patógenos.

Estimulación del sistema inmune

Los lactobacilos colaboran con el sistema inmunitario fortaleciendo la barrera epitelial, mejorando la producción de moco vaginal y modulando las respuestas inflamatorias. Aproximadamente el 70% de las células inmunitarias del cuerpo se encuentran en el intestino, y existe una estrecha comunicación entre la microbiota intestinal y vaginal, actuando como sistemas funcionales interconectados que influyen en la inmunidad general y en otros sistemas del cuerpo, como el metabólico y el neurológico.

Evolución de la microbiota vaginal a lo largo de la vida

Nacimiento y primera infancia

Al nacer, las niñas reciben estímulos de las hormonas maternas a través de la placenta y adquieren lactobacilos durante el paso por el canal del parto, colonizando inicialmente su vagina. Esta colonización puede ser estudiada mediante el análisis de una muestra de exudado vaginal, que permite identificar la composición inicial de la microbiota vaginal en las recién nacidas.

Etapa premenárquica

En las niñas premenárquicas, el sistema endocrino está en reposo. La vagina presenta una mucosa fina, poco húmeda y con escasos nutrientes. En esta etapa, la microbiota es resultado de la contaminación desde la piel y el intestino, con un pH cercano a neutro.

Pubertad y edad fértil

Con la producción de estrógenos durante la pubertad, el epitelio vaginal aumenta su grosor y secreta un exudado rico en glucógeno que facilita la colonización por lactobacilos. Durante la edad reproductiva se mantiene un predominio estable de Lactobacillus y un pH ácido, con fluctuaciones durante el ciclo menstrual. La descarga menstrual tiene un pH neutro que puede favorecer temporalmente el crecimiento de otras bacterias, lo que en algunos casos puede dar lugar a un cuadro clínico caracterizado por alteraciones en la microbiota vaginal, como ocurre en la disbiosis vaginal o la vaginosis bacteriana. La bacterial vaginosis es una condición de disbiosis que puede influir negativamente en la fertilidad y en los resultados de tratamientos de reproducción asistida.

Embarazo

Durante el embarazo, la microbiota vaginal experimenta cambios significativos: se reduce la diversidad bacteriana y aumenta la abundancia de lactobacilos, especialmente L. crispatus. Esta modificación es un mecanismo de protección natural cuya eficacia se ha evaluado en medida de la reducción del riesgo de infecciones, partos prematuros, ruptura prematura de membranas y bajo peso al nacer. Las tasas de colonización por Candida también aumentan hasta un 28% debido a los cambios hormonales.

Menopausia

La caída de los niveles de estrógenos durante la menopausia provoca una reducción drástica de los lactobacilos y una elevación del pH vaginal hacia niveles neutros. Esto aumenta significativamente el riesgo de infecciones, sequedad vaginal, irritaciones y molestias urogenitales.

Desequilibrios de la microbiota vaginal

Vaginosis bacteriana

Características y prevalencia

La vaginosis bacteriana es la alteración de la microbiota vaginal más frecuente en mujeres en edad reproductiva. Se caracteriza por una disminución significativa de lactobacilos y una proliferación excesiva de bacterias anaerobias.

Causas y bacterias implicadas

Este desequilibrio ocurre cuando bacterias anaerobias como Gardnerella vaginalis, Prevotella, Mobiluncus, Peptostreptococcus, Mycoplasma hominis y Ureaplasma aumentan su concentración entre 10 y 100 veces, reemplazando a los lactobacilos protectores.

Los factores de riesgo incluyen tener múltiples parejas sexuales o una nueva pareja sexual, duchas vaginales, ausencia natural de lactobacilos, uso de antibióticos, cambios hormonales y hábitos de higiene inadecuados.

Síntomas

Los síntomas característicos son flujo vaginal abundante, de color grisáceo o amarillo verdoso, con un olor desagradable a pescado que se intensifica tras las relaciones sexuales. Sin embargo, muchas mujeres pueden ser asintomáticas.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en los criterios clínicos de Amsel y la escala de Nugent, que cuantifica los microorganismos presentes en la muestra de frotis vaginal. La muestra es fundamental para identificar la composición microbiológica y determinar si más del 70% está compuesta por lactobacilos, lo que representa la microbiota vaginal normal.

Complicaciones y riesgos

La vaginosis bacteriana no tratada puede provocar complicaciones ginecológicas postquirúrgicas, aumentar el riesgo de adquirir infecciones de transmisión sexual (gonorrea, clamidia, VIH), y durante el embarazo puede causar parto prematuro, aborto espontáneo, bajo peso al nacer y ruptura prematura de membranas.

Candidiasis vulvovaginal

Frecuencia y causas

La candidiasis vulvovaginal es una infección fúngica extremadamente común que afecta hasta al 75% de las mujeres al menos una vez en su vida. Aproximadamente el 5-8% de las mujeres experimentan candidiasis recurrente (4 o más episodios al año).

Principales especies de Candida

Candida albicans es responsable del 85-90% de los casos. La identificación de las especies de Candida se realiza a partir de muestras clínicas, lo que permite detectar otras especies como C. glabrata, C. tropicalis, C. parapsilosis y C. krusei, que pueden causar infecciones más difíciles de tratar.

Síntomas característicos

Los síntomas incluyen picor intenso, ardor, enrojecimiento vulvar, flujo vaginal espeso y blanquecino similar al requesón, sin mal olor, y dolor durante las relaciones sexuales o al orinar.

Factores de riesgo

Los principales factores que favorecen la candidiasis son el uso de antibióticos de amplio espectro que eliminan los lactobacilos protectores, embarazo y niveles elevados de estrógenos, diabetes mellitus mal controlada, uso de anticonceptivos hormonales o terapia de reemplazo hormonal, sistema inmunitario debilitado, estrés crónico, higiene íntima inadecuada o uso excesivo de duchas vaginales, ropa ajustada o de materiales no transpirables, y colonización intestinal por Candida que migra a la vagina.

Tratamiento

El tratamiento más común consiste en antifúngicos azólicos administrados por vía tópica u oral. Es importante tener en cuenta los posibles efectos secundarios de estos medicamentos, como irritación local, molestias gastrointestinales o reacciones alérgicas. En casos de candidiasis recurrente, se recomienda un tratamiento inicial intensivo seguido de terapia de mantenimiento prolongada de 3 a 6 meses.

Prevención

Es fundamental actuar sobre los factores de riesgo, evitar el uso innecesario de antibióticos, mantener un buen control glucémico en diabéticas, usar ropa interior de algodón, evitar la humedad prolongada y complementar con probióticos específicos.

La elección de un probiótico adecuado puede ser clave para prevenir infecciones vaginales recurrentes y mantener el equilibrio de la microbiota vaginal.

Infecciones urinarias recurrentes

Las infecciones del tracto urinario son significativamente más frecuentes en mujeres que en hombres y se consideran recurrentes cuando ocurren 3 episodios en un año o 2 episodios en 6 meses.

La mayoría son causadas por Escherichia coli procedente del intestino, aunque también pueden ser provocadas por otras bacterias. Existe una estrecha relación entre la microbiota intestinal, especialmente la del tracto gastrointestinal, la vaginal y la urinaria a través del eje intestino-vejiga.

Las mujeres con infecciones urinarias recurrentes suelen presentar disbiosis intestinal, mayor permeabilidad intestinal, sintomatología digestiva y mayor colonización vaginal por uropatógenos que se adhieren más fácilmente a las células epiteliales.

Infecciones de transmisión sexual y virus del papiloma humano (VPH)

Una microbiota vaginal saludable con predominio de Lactobacillus crispatus, L. jensenii y L. gasseri protege contra la contracción de infecciones de transmisión sexual, incluido el VPH. Por el contrario, una microbiota disbiótica con predominio de Gardnerella, Ureaplasma o Candida aumenta el riesgo de adquirir VPH y empeora su evolución hacia lesiones precancerosas.

Cómo mantener una microbiota vaginal saludable

Hábitos de higiene íntimos adecuados

Productos de limpieza

Utilizar geles íntimos con pH adecuado a cada etapa de la vida:

  • Edad fértil: pH ácido entre 3.5 y 5.5 para mantener el ambiente protector.
  • Niñas y mujeres postmenopáusicas: pH neutro debido a la menor producción de estrógenos.
  • Durante infecciones: productos con pH ligeramente alcalino pueden aliviar irritaciones causadas por pH excesivamente ácido.

Los productos deben ser suaves, sin fragancias intensas, sin parabenos ni sulfatos, hipoalergénicos y dermatológicamente probados. Ingredientes beneficiosos incluyen ácido láctico, lactosérum, aloe vera, manzanilla y prebióticos.

Prácticas de higiene diaria

  • Evitar duchas vaginales que eliminan las bacterias protectoras y alteran el pH natural.
  • Limpiarse de adelante hacia atrás después de orinar o defecar para evitar contaminación fecal.
  • No usar productos perfumados, baños de burbujas, jabones irritantes ni desodorantes íntimos.
  • Secarse bien la zona genital tras el lavado o la ducha.
  • Usar ropa interior de algodón y evitar prendas ajustadas o de materiales sintéticos que no transpiran.
  • No permanecer con ropa húmeda más tiempo del necesario.
  • Cambiar regularmente compresas, tampones o copas menstruales.
  • Orinar después de las relaciones sexuales para eliminar posibles bacterias.

Alimentación y estilo de vida para fortalecer la microbiota

Alimentos probióticos naturales

Consumir regularmente alimentos ricos en probióticos que favorecen el equilibrio de la microbiota intestinal y vaginal:

  • Yogur natural sin azúcar y kéfir.
  • Chucrut y otros vegetales fermentados.
  • Miso, tempeh y alimentos fermentados tradicionales.
  • Encurtidos naturales sin vinagre industrial.

Alimentos prebióticos: fibra que alimenta las bacterias beneficiosas

Los prebióticos son fibras no digeribles que sirven de alimento a las bacterias beneficiosas:

  • Cereales integrales como avena, cebada y quinoa.
  • Ajo, cebolla, puerros y espárragos.
  • Plátanos y frutas con pectina.
  • Legumbres y frutos secos con moderación.

Alimentos ricos en nutrientes esenciales

Omega-3 con propiedades antiinflamatorias: pescados azules, semillas de lino, chía y nueces.

Zinc para el sistema inmunitario: almendras, nueces, semillas de calabaza, pollo y pavo.

Vitaminas C y E antioxidantes: naranjas, kiwis, pimientos y frutos secos.

Betaína, presente en remolacha, marisco y espinacas, con potencial beneficio para prevenir vaginosis.

Arándanos rojos que estimulan el crecimiento de microorganismos protectores y previenen infecciones urinarias.

Fitoestrógenos como la soja, útiles para la maduración celular, especialmente durante la menopausia.

Alimentos y hábitos a evitar

  • Azúcares refinados y carbohidratos simples.
  • Alcohol y exceso de café.
  • Alimentos ultraprocesados.
  • Exceso de frutas muy dulces.
  • Lácteos con azúcares añadidos.

Hidratación adecuada

Beber entre 1.5 y 2 litros de agua al día es fundamental para la mucosa vaginal y mantener un pH equilibrado.

Ejercicio, descanso y manejo del estrés

El estrés crónico deprime el sistema inmunitario y perjudica la microbiota vaginal.

Es esencial practicar actividad física regular, tener sueño adecuado y usar técnicas de relajación.

Uso de probióticos vaginales

Indicaciones y beneficios

Los probióticos vaginales contienen cepas específicas de lactobacilos que ayudan a restaurar y mantener el equilibrio de la microbiota vaginal. Son útiles como coadyuvantes en el tratamiento y prevención de vaginosis bacteriana, candidiasis, infecciones urinarias recurrentes y disbiosis vaginal.

Cepas probióticas efectivas

Cepas como Lactobacillus rhamnosus GR-1, L. reuteri RC-14, L. crispatus, L. gasseri, L. plantarum y L. fermentum han demostrado eficacia clínica.

Dosis y duración

La administración puede ser oral o vaginal, durante aproximadamente 10 días como coadyuvantes o hasta varios meses para prevención de recurrencias, sin efectos adversos.

Microbiota vaginal y fertilidad

La microbiota vaginal saludable es crucial para la fertilidad y un embarazo sin complicaciones. El útero posee microbiota propia que influye en las probabilidades de embarazo, especialmente en técnicas de reproducción asistida. Un ecosistema vaginal equilibrado previene infecciones y contribuye al bienestar reproductivo.

Relación entre microbiota intestinal, vaginal y salud general

Existe una comunicación entre la microbiota intestinal y vaginal a través del eje intestino-vagina-vejiga. Esta interacción forma parte del complejo microbioma humano, donde los diferentes microbiomas, como el intestinal y el vaginal, se relacionan y afectan la salud general. Una disbiosis intestinal puede conducir a infecciones genitourinarias recurrentes, sintomatología digestiva y problemas inmunológicos, reforzando la importancia de cuidar ambas microbiotas con hábitos saludables.

 

Refuerzos oficiales del vecindario íntimo

Cuando tu microbiota pide ayuda —por antibióticos, estrés o ese “no sé qué” hormonal que lo revuelve todo—, hay dos aliados de laboratorio con vocación de comunidad que pueden ayudarla a recuperar el equilibrio sin montar un drama.

Actifemme® Óptima: equilibrio desde dentro

microbiota vaginalActifemme® Óptima es el apoyo interno de la comunidad bacteriana: un complemento alimenticio con tres cepas probióticas —Lacticaseibacillus rhamnosus LRH020, Bifidobacterium animalis subsp. lactis BL050 y Lactiplantibacillus plantarum PBS067— y vitamina B2, diseñadas para restaurar y mantener el equilibrio natural de la microbiota vaginal. Su fórmula actúa como una red coordinada que llega primero al intestino y, desde allí, envía refuerzos a la vagina, manteniendo la comunicación entre ambos ecosistemas como un “servicio de transporte interbacteriano” perfectamente sincronizado.

Gracias a la acción combinada de sus cepas activas, ayuda a bloquear la entrada de bacterias dañinas, calmar la inflamación y reforzar la presencia de bacterias beneficiosas tanto en la vagina como en el intestino. Además, contribuye a mantener el pH vaginal en su rango natural, creando un entorno que protege frente a nuevas infecciones. Es un aliado eficaz para cuidar la salud íntima desde dentro cada día: ayuda a frenar el crecimiento de las bacterias que causan infecciones vaginales, mejora los síntomas de la vaginosis bacteriana y potencia el efecto de los tratamientos antibióticos.

Su acción antiinflamatoria reduce el malestar, previene la reaparición de infecciones y favorece la recuperación del equilibrio de la microbiota. Ideal en épocas de disbiosis, tras tratamientos con antibióticos o como mantenimiento para conservar la calma del ecosistema íntimo. Además, es apto para veganas, embarazo y lactancia, y compatible con antibióticos.

En otras palabras: es como mandar a tus bacterias buenas de vacaciones… pero a un resort con probióticos.

Actifemme® Íntimo Alcalino pH 8: alivio desde fuera

microbiota vaginalCuando el ambiente se vuelve demasiado ácido o la Cándida altera el equilibrio, Actifemme® Gel Íntimo Alcalino pH 8 es el refuerzo externo que devuelve la calma. Este gel de higiene íntima, formulado con un pH 8 y activos de origen vegetal, ayuda a calmar el picor, el escozor y las irritaciones causadas por infecciones por hongos. Su composición combina aceite de árbol de té y extracto de hoja de olivo, conocidos por sus propiedades antifúngicas, antiinflamatorias y calmantes, junto con ácido láctico, aloe vera y bisabolol, que protegen e hidratan la piel más delicada mientras previenen la proliferación de la Cándida.

Más que un limpiador, es un gesto de alivio y protección: limpia con suavidad sin alterar el equilibrio, alivia el malestar y aporta una sensación inmediata de confort. Puede usarse a diario durante el episodio de infección, y su fórmula respetuosa está testada ginecológica y dermatológicamente. En resumen, un kit de primeros auxilios del vecindario íntimo que ayuda a tu microbiota vaginal a reorganizarse sin prisa… y sin picores.

Conclusión

La microbiota vaginal es mucho más que una cuestión íntima: es una aliada esencial de la salud femenina. Cuando los microbiomas —en la zona íntima y en el resto del cuerpo— están en equilibrio, todo funciona mejor: el sistema inmune, el metabolismo y nuestro bienestar diario.

Ese equilibrio no se consigue con fórmulas mágicas, sino con hábitos que suman: una higiene suave y respetuosa, una alimentación rica en probióticos y nutrientes, menos estrés y, cuando hace falta, el apoyo de probióticos específicos que ayuden a recuperar la armonía.

Cuidar tu microbiota protege contra infecciones, mejora la fertilidad, favorece embarazos saludables y contribuye al bienestar en todas las etapas de la vida de la mujer. Mantener este pequeño ecosistema feliz significa menos infecciones, más bienestar y una salud íntima que funciona como debe: sin dramas ni sobresaltos.